Ciudad de gatos, cazadores y dementes,
esconde vivos que son hombres
(ignorados)
de las calles más pobladas.
Unos muerden la huella que persiguen
y azotan con frescura sus rostros de ascensores
contra murallas de siglos.
luego vuelven resignados a los barrios,
a sus vidas de perro viejo, a sus aceras,
pidiendo inocencia.
En la ciudad, los dementes viajan turbios
acariciando sueños
y frenando el eje de la tierra.
A ladridos se van huyendo de sí,
de sus propias muertes.
Yo soy de esas noches
que buscan y se pierden
por un poco de calor,
de aquellas que corren, que temen las gentes.
Que pasean (confundidos) temerosos por las sombras
a crecidas por lo oscuro.
martes, 3 de febrero de 2009
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